André Villas Boas: el ascendente y aristocrático entrenador
El conductor de Chelsea es el más joven de la Premier League; vida y obra del portugués, que quiere escaparle a la sombra de Mourinho, su gran creador.
Por Ariel Ruya
André Villas Boas, en realidad, no es un exitoso entrenador de fútbol, lanzado a la fama en Porto; ni siquiera, cuando provocó una pequeña gran revolución en Chelsea. Es un aristócrata. Un personaje de la realeza. Como si hubiera salido de un cuento de hadas y sapos convertidos en príncipes, es bisnieto del primer vizconde de Guilhomil. Si algo tenía el joven André en sus primeros años, eso era mundo, influencias y dinero. Pero el chico, a los 16 años, era un caprichoso: amaba a Porto y sobre todo, al fútbol, sobre los estudios o la buena vida. Era un insolente en las señoriales mesas familiares: llevaba siempre una pelota en la cabeza. Fútbol, desde el sombrero hasta los zapatos. André, a los 16 años, siempre tenía a mano un lápiz y un papel: seguía los números de todos los partidos de la liga portuguesa. Si los goles eran de zurda o de derecha. Cuántas posiciones adelantadas. Cuántos ensayos de pizarrón. Tuvo suerte: estuvo en el momento y en el lugar indicado. Era vecino del inglés Bobby Robson (DT de Porto por esos días) y conocía a la perfección el idioma inglés. Su abuela paterna había nacido en Stockport a principios del siglo pasado. Cuentan que un día se lo cruzó en el ascensor. "¿Por qué Porto desaprovecha tanto a Domingos Paciencia?", le espetó, arrogante. Robson no le devolvió un cachetazo: lo contrató como espía de los rivales. Tres días más tarde, lo había abrumado con sus conocimientos. Casi hasta el hartazgo.
Volvió a casa. La aristocrática. Rodeado de cuadros, platos y mármoles, se tapó los oídos en la mesa familiar. "No voy a dejar el fútbol: es mi vida", aseguran que dijo. Se escabulló en las inferiores de Porto, para reinventarse. Jamás imaginó que iba a encontrarse, otra vez, con Mourinho, su creador. El profesor y el discípulo. Espía de adversarios, ayudante de campo y mano derecha. Fueron largos años. Exitosos, sublimes. Porto, Chelsea, Inter. Nombre y apellido de la victoria.
Sin embargo, André suele entrar en pánico cuando el mundo de la pelota lo señala como "El nuevo Mou". Se ofende. Lo mismo ocurre con su creador: no contesta. Villas Boas dice que, a diferencia de su maestro, prefiere el ataque, la posesión del balón, el trato cordial con los jugadores, la palma sobre la espalda del suplente habitual. Y que suele entretener a los futbolistas en las prácticas como si se tratase de niños en el jardín de infantes. Cada día, hay un plan. "Recuperación", "velocidad", "precisión". Los jugadores lo adoran: siempre se ensaya con el balón. Y suele arriesgar con este número telefónico: 4-3-3. Casi un setentista futbolero.
Conocido como little carrot , por su cabellera pelirroja, lo que siguió fue un trampolín hacia su verdadero sueño: ser el entrenador de Porto. De su Porto. Ya sin Mou, primero salvó del abismo del descenso a Académica de Coimbra. Y en el más popular equipo portugués, casi se desgarra de tanta voltereta olímpica: ganó la Supercopa, la Liga, la Europa League y la Copa de Portugal. De 2010 a junio de 2011, podría escribirse la enciclopedia Cómo ganarlo todo sin dirigir a Barcelona. André lo hizo. Y por eso, Chelsea se interpuso con su salto de calidad. Millones y figuras. Villas Boas no dudó: desde junio pasado es el entrenador más joven de la Premier League. Tiene apenas 33 años. Y nunca pateó un balón de modo profesional.
Aquel insolente se convirtió en entrenador. Aquel discípulo devino en maestro. Suele saborear buenos vinos portugueses en sus ratos libres, aunque descree aquella frase que reza "cuanto más añejo, mejor". Quiere adosarle juventud a un plantel gastado en el tiempo; a John Terry (30), Frank Lampard (33), Didier Drogba (33), Nicolas Anelka (32), y Ashley Cole (30). Precisa sangre joven, entusiasta, arriesgada. Que se crean imprescindibles. Como el propio André.
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